Poco nos queda para llegar al encuentro del Duero con Portugal. Dos ciudades monumentales se elevan en la orilla acariciando sus aguas: Toro y Zamora. Hasta esas tierras llegó el escritor Suso de Toro para reconstruir la memoria perdida de su abuelo Faustino. La sensación de extrañeza que uno siente cuando se irrumpe en la autenticidad de la vida rural la comparte con el lector en las páginas de Siete Palabras. Suso de Toro conduce un coche. Un pastor se calienta al fuego en medio del páramo. Recogemos aquí el pasaje, una genial reflexión acerca de la mirada del foráneo, la ética y el acto fotográfico.
«Estás a punto de parar el coche, buscar la máquina de fotos en la mochila y bajar a retratarlo. Sientes asco de ti, sabes que es una falta de respeto absoluta, es faltarle al respeto, profanarlo. Reconoces en él más sustancia humana, más realidad que en ti. Le tienes envidia, tiene algo que no tiene si quisieras, lo que tiene el inocente, el salvaje. Él existe, y está en medio del tiempo del mundo, y tú no existes, o estás encerrado en una cárcel, vives diluido en el ruido que te rodea y que llevas dentro. Su realidad es que si llueve se moja, no tiene un cómodo abrigo ni calefacción, y si se descuida un lobo o un perro asilvestrado le mata las ovejas. Precisamente para eso está él allí, él es una realidad, el testigo de que la vida es terrible. Si él no está, alguien robará y matará a las ovejas. Esa es la gran sabiduría del Pastor. Y lo sabe porque las cría para matarlas él».
Suso de Toro
Siete Palabras
Alianza Editorial, 2010
No sabemos si el escritor cruzó el puente de piedra para contemplar desde lo lejos la Colegiata. Aquí, la huella del vino está en cada rincón de una ciudad:
«La mañana en Toro es un mundo tranquilo, un tempo lento y provinciano, caminasteis las calles y José te fue indicando los palacios e iglesias y señalando los respiraderos de las bodegas debajo de las casas de la ciudad. La ciudad está agujereada, hueca por debajo, y so las casas hay cámaras, ahora vacías, donde se guardaba el vino, tinto y denso como la sangre. Toda la ciudad es una caja de resonancia llena de ecos».
Suso de Toro
Siete Palabras
Alianza Editorial, 2010
Toro. La catedral desde la glorieta
1860-1886
Archivo Ruiz Vernacci, IPCE,
Ministerio de Cultura y Deporte
Allá en Castilla la Vieja
un rincón se me olvidaba,
Zamora había por nombre,
Zamora la bien cercada;
de una parte la cerca el Duero,
de otra, peña tajada;
del otro la morería.
Una cosa muy preciada,
quien os la tomare, hija,
la mi maldición le caiga.
Todos dicen amen, amen,
sino don Sancho, que calla.
Anónimo
El laboratorio ambulante del fotógrafo Jean Laurent, en su continuo viaje por tierras de España, también se trasladó a Zamora. Un hombre aparece sentado ante la puerta de la Casa del Cid ocupando parte de la muralla románica. Si cerramos los ojos, podremos imaginar la vista privilegiada sobre el río Duero y retrotraernos a los tiempos de Rodrigo Díaz de Vivar y doña Urraca.