Cuando Bécquer escribió El monte de las ánimas en 1861 para el diario El Contemporáneo, el invento fotográfico no había hecho más que nacer. Hasta muy avanzado el siglo XIX la imagen fotográfica no se pudo reproducir en la prensa escrita. Cabe así imaginar a los lectores deteniéndose en cada palabra, en cada imagen, en cada sonido de esa leyenda soriana que transcurre en una fría noche de difuntos.
«¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas...»
Gustavo Adolfo Bécquer
«El monte de las ánimas»
en Obras completas, Ediciones Cátedra, 2004.
Edición, introducción y notas de Joan Estruch Tobella. p. 129.
La ciudad de Soria y su entorno se presentaban como un escenario perfecto para desarrollar historias de recelos, venganzas, desatinos y amores imposibles. Tal es el caso de otra leyenda, El rayo de luna. Una leyenda sobre el amor, la fantasía y el ensueño y realidad protagonizada por Manrique persiguiendo a la mujer de sus sueños.
«El rayo de luna (Leyenda soriana)»,
El Contemporáneo, 12 y 13 de febrero de 1982, p. 154.
[Lectura de Fragmentos]
Y con la luna también presente, Antonio Machado recordó su primer encuentro con la ciudad de Soria y el paisaje del Duero adolescente.
«Con su plena luna amoratada sobre la plomiza sierra de Santana, en una tarde de septiembre de 1907, se alza en mi recuerdo la pequeña y alta Soria. Soria pura, dice su blasón, y ¡qué bien le va ese adjetivo!»
Antonio Machado
,
El Porvenir Castellano, 1 de octubre de 1932
Durante cinco años, el poeta sevillano residió en Soria ocupando la cátedra de francés del viejo instituto. Allí escribió Campos de Castilla y se enamoró de Leonor Izquierdo. Dos décadas después, el poeta regresó a Soria para ser nombrado hijo adoptivo de la ciudad. El homenaje a Machado tuvo lugar el 5 de octubre de 1932 a las diez de la mañana en la plazoleta frente a la ermita de San Saturio.
«Nada me debe Soria, creo yo. Y si algo me debiera, sería muy poco en proporción a lo que yo le debo: el haber aprendido en ella a sentir a Castilla, que es la manera más directa y mejor de sentir a España. Para aceptar tan desmedido homenaje solo me anima esta consideración: el hijo adoptivo de vuestra ciudad hace muchos años que ha adoptado Soria como patria ideal. Perdónenme si ahora solo puedo decirles ¡gracias de todo corazón!»
Antonio Machado
«Discurso pronunciado con motivo de su nombramiento por el Ayuntamiento de Hijo Adoptivo de Soria»,
El Porvenir Castellano, 1 de octubre de 1932
«Soria, sobre un paisaje mineral, planetario, telúrico. Soria, la del viento redondo con nieve menuda que siempre nos da en la cara, junto al Duero adolescente, casi niño, es pura... y nada más»
Antonio Machado
«Discurso pronunciado con motivo de su nombramiento por el Ayuntamiento de Hijo Adoptivo de Soria»,
El Porvenir Castellano, 1 de octubre de 1932
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secase
son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
Antonio Machado
«Campos de Soria» [Fragmento],
La Tribuna, 2 de marzo de 1912
Leonor y Antonio Machado
Soria, ca. 1909
AHPSo 14191 y 14192
«Colocada entre rocas a la falda de una escarpada sierra, mirándose en las aguas del Duero que corre a sus pies y dominando por largo espacio el curso del río, parte de la antigua ciudad y las frondosas huertas que por el lado de San Polo adornan la margen del Duero, las líneas sencillas de su fábrica exterior armonizan con el accidentado fondo sobre el que se destaca.»
«La ermita de San Saturio, patrón de Soria»,
El Museo Universal
31 de agosto de 1867
Cuando Machado llega a la estación de tren de Soria para tomar posesión de su cátedra de francés en 1907, la vía férrea Madrid-Soria llevaba más de una década funcionando.
Antes de detenernos en San Esteban de Gormaz, donde el Duero se ensancha y se dirige hacia el oeste, hagamos un alto en Almazán. Nos acompaña de nuevo el escritor Julio Llamazares en su viaje por el Duero. Es una tarde tranquila de domingo, escribe. Los pueblos ribereños salen a su paso y tan solo se cruza con algún perro solitario.
«El sol ha salido entre las nubes y baña con sus rayos las choperas, en las que cantan ahora todos los pájaros del mundo. El río baja lento lamiendo la barcaza y el cesto de las mujeres. Todo parece detenido aquí…»
Julio Llamazares
Cuaderno del Duero
1999
«La soledad es tan grande que los pájaros y las liebres campan por sus respetos. Cruzan junto al camino, sorprendidos por nuestra presencia. El río, a nuestro lado, baja casi detenido, entre dos filas de chopos, sereno como una tabla».
Julio Llamazares
Cuaderno del Duero
1999