Así tituló el historiador y matemático Pelayo Artigas su trabajo dedicado a San Esteban de Gormaz en el boletín de la Sociedad Española de Excursiones del año 1932: «Ante una de esas llanuras bélicas, de que habló el poeta [Antonio Machado], se alza esta risueña villa que lleva nombre de gesta. Textos arcaicos dicen que, tres años después de la muerte del Cid, pasó por Esteban de Gormaz, “con viuda doña Jimena, sus hijas doña Cristina y doña María, y lucido acompañamiento de príncipes y guerreros, el fúnebre cortejo del entierro del mejor caballero de Castilla”».
El castillo de Gormaz emerge como un buque insignia de piedra en la vastedad del horizonte. Desde lo alto aún podemos escuchar las voces del pasado:
«Y desde el que se domina hacia los cuatro puntos cardinales de la tierra, abajo, la cinta del río y los campos de Gormaz y, al fondo, prácticamente media provincia de Soria. Todavía parecen sonar aquí, más que en ninguna otra parte, los ecos de una época de impronta ya imborrable para nuestra historia».
Julio Llamazares
Cuaderno del Duero
1999, León. Ed. Edilesa. p. 80.
Tierras versadas en rimas y heroicas hazañas. El Poema de Mío Cid nos retrotrae a los últimos años de vida del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar, el Campeador. Tras sus pasos fueron María Goyri y Ramón Menéndez Pidal, artífices del Romancero Hispánico. Corría el año 1900 y si bien el viaje tenía inicialmente el objetivo de llevar a cabo un estudio topográfico, el azar les condujo a un feliz descubrimiento. Todo empezó en Burgo de Osma….
Fotografías tomadas durante el viaje de novios de Ramón Menéndez Pidal y María Goyri tras los pasos del Cid.